Las tierras emergidas de la Patagonia, la Antártica y Nueva Zelanda podrían haber tenido un origen común en el super-océano de Panthalassa, a fines del periodo Paleozoico. En las últimas cinco décadas, generaciones de científicos se han volcado a armar el puzzle geólogico del sur de Chile. El último ellos es el geólogo Juan Pablo Letelier, quien estudiará rocas patagónicas en el marco su proyecto de doctorado en el Departamento de Geología UCHILE.
Publicado el pasado 03 de agosto en Ladera Sur.
A fines de mayo, el L/M Huracán recaló en el Puerto del Hambre con 250kg de rocas a cuestas. Recogido durante una expedición de 16 días en el archipiélago Madre de Dios (Región de Magallanes), el cargamento iba compuesto de calizas, cherts y basaltos que representarían un antiguo fondo oceánico.
Lo que para cualquiera de nosotros sería una simple colección de piedras, en los ojos del geólogo Juan Pablo Letelier son las valiosas piezas de un puzzle gigante.
"Podrían corresponder a fragmentos tectonoestratigráficos acrecionados al margen de Gondwana durante el Paleozoico tardío – Triásico", dice en la jerga propia de su profesión, de vuelta en Santiago, en el Departamento de Geología de la U. de Chile.
Nuestro protagonista nos explica que las rocas que componen el archipiélago se formaron hace más de 300 millones de años en la inmensidad de antiguos océanos -antes de que el primer dinosaurio apareciera sobre la faz de la Tierra-, y que podría haberse arrimado a nuestro continente tras una secuencia de procesos a escala geológica.
En este contexto, estas rocas serán, ni más ni menos, la materia prima de su proyecto de doctorado, el cual seguirá alimentando un debate científico que se remonta a la segunda mitad del siglo XX.
El archipiélago Madre de Dios es un conjunto de 54 islas ubicadas en la costa occidental de la Región de Magallanes. Toda la vida en estas latitudes, desde los chungungos a los bosques siempreverdes, está adaptada para soportar el clima inclemente, donde llueven 350 días del año y las ráfagas superan con facilidad los 150 km/h.
A pesar de las dificultades físicas y logísticas de estos confines, generaciones de científicos se han internado en ellos para esclarecer sus orígenes: varias investigaciones han revelado que las tierras emergidas de la Patagonia, la Antártica y Nueva Zelanda podrían haber tenido un origen común en el super-océano de Panthalassa, a fines del periodo Paleozoico.
Los geólogos UCHILE Estanislao Godoy, John Davidson, Constantino Mpodozis y Francisco Hervé fueron los primeros científicos chilenos, en los años sesenta y setenta, en estudiar la geología de estas regiones australes. Todos ellos fueron influenciados por las teorías movilistas de la primera mitad del siglo pasado.
Hervé, en ese entonces un veinteañero, visitó la Antártica a mediados de los sesenta en el marco de su memoria de título. "Nos dejaron en la Isla Elefante y nos recogieron en una semana", rememora.
Años más tarde, los cuatro geólogos se internaron en los canales patagónicos para extraer muestras de roca desde Madre de Dios, con el apoyo de la Comisión Chilena de Energía Nuclear y de Eugenia Pirzio-Biroli, alcaldesa de Puerto Cisnes y madre de Godoy.
Al comparar las rocas de ambos lugares, estos jóvenes científicos detectaron similitudes que los llevaron a concluir que Sudamérica y el continente helado estuvieron unidos en el pasado.
Mpodozis, en tanto, plantó sus respectivas semillas con dos trabajos de investigación. En 1979 propuso que ciertas rocas del archipiélago Madre de Dios parecían más propias de los fondos oceánicos que de las masas continentales. Y en 1983 sugirió, con gran audacia, que el conjunto de islas pudo haber sido transportado desde el océano hacia "el margen de Gondwana", es decir, la actual Patagonia insular chilena.
Estos hallazgos ofrecieron las primeras evidencias a la Teoría de la Tectónica de placas en este lado del mundo, lo cual atrajo a científicos de todo el globo en años posteriores.
La idea de que los continentes "se mueven" en la superficie de la Tierra se remonta al siglo diecisiete, pero fue recién con el trabajo de Alfred Wegener, a inicios del siglo XX, que las teoría movilista dejó de ser una elucubración para convertirse en una propuesta científica formal. En 1915, hace exactos 110 años, este científico alemán publicó su famosa obra "El Origen de los Continentes y Océanos" (Die Entstehung der Kontinente und Ozeane).
Pero había un problema: aunque Wegener enumeró una por una las evidencias que sustentaban la idea de la deriva de los continentes, había sido incapaz de explicar las fuerzas terrestres de ese movimiento. En otras palabras, su teoría mostraba el qué, pero no el cómo.
Además, el establishment geológico mundial, liderado por los ingleses, no podía permitir que un outsider alemán, y encima meteorólogo, revolucionara la geología en medio de la Gran Guerra.
Su propuesta tardaría más de cincuenta años en cuajar. Después de la segunda guerra mundial, la comunidad geológica y geofísica (en su mayoría norteamericana), validó la propuesta de Wegener en lo que terminó por llamarse Tectónica de Placas, teoría capital de la Geología moderna que explica, de forma razonable, cómo se mueven los continentes y los océanos en la corteza terrestre.
"Siempre les digo a mis alumnos que cuando estudié geología no teníamos idea de la tectónica de placas", dice el profesor Hervé.
A partir de entonces, y tomando este nuevo consenso académico como punto de inicio, científicos primerizos y versados se volcaron a completar el puzzle geológico de la Patagonia, aquel que Hervé, Davidson, Godoy y Mpodozis se animaron a armar.
Los últimos veinte años han sido fértiles en este campo. En 2006, por ejemplo, el geólogo Juan Pablo Lacassie demostró que las rocas de Madre de Dios muestran gran similitud con aquellas de Nueva Zelandia y la Antártica Occidental.
En 2011, el geólogo Fernando Sepúlveda propuso que el archipiélago se formó en el fondo del mar hace unos 233 millones de años. Y en 2016, la geóloga Paula Castillo reforzó la hipótesis de la historia compartida, al proponer que los vínculos terrestres en las tierras australes se remontan al periodo Pérmico, es decir, unos 300 millones de años.
Hace un tiempo, el profesor Hervé planteó que toda la zona costera entre Hornopirén y la Región de Aysén fue, en el pasado, una enorme isla, la cual se unió a nuestro continente hace 400 millones de años.
Este territorio, bautizado como Chaitenia, marca el contexto donde cobran valor las calizas y basaltos extraídos en la expedición de mayo. "Parte de los objetivos del proyecto es establecer si existe una conexión entre las calizas de Madre de Dios y los mármoles del Lago General Carrera, considerando que ambos podrían compartir una historia común", dice Juan Pablo Letelier.
El Dr. Hervé complementa: "Nuestra idea es delimitar mejor a Chaitenia. Porque quizás el Lago General Carrera también es exótico".
La expedición del mes de mayo se realizó en el marco del proyecto "Estudio en terreno de calizas Paleozoicas en los archipiélagos magallánicos", financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y adjudicado al profesor Hervé, Profesor Emérito UCHILE y académico de la UNAB.
Y el proyecto de doctorado de Juan Pablo, que se enmarca en este estudio, cuenta con la participación de la Dra. Katja Deckart (U. de Chile), Dr. Fernando Poblete (U. de Chile) y Dr. Mauricio Calderón (U. del Desarrollo).
Los resultados de los análisis de las calizas de Madre de Dios podrían entregar información sobre rocas carbonífero-pérmicas en otras partes del mundo, razón por la cual participan, además, científicos de Argentina, Brasil, Alemania y España.
Publicado el jueves 23 de octubre de 2025